La catarata es una opacidad del lente del ojo llamado cristalino, la que puede ser leve, moderada o severa, parcial o total. Se puede producir por varios motivos, siendo el más frecuente la catarata senil, que afecta a las personas mayores de 55 años.
Sin embargo, según nos explica el Dr. Juan Pablo Cavada, oftalmólogo de Clínica Puerta del Sol, esta opacidad del cristalino puede aparecer en cualquier etapa de la vida, por ejemplo, tras un traumatismo en el ojo, el uso de medicamentos como corticoides, la presencia de algunas enfermedades del ojo como la uveítis, padecer diabetes, vivir en una zona con mayor exposición a los rayos UV o incluso puede ser congénita.
Su principal síntoma es la pérdida de la visión, de forma gradual, en un proceso que dura meses o años. “Las personas lo describen de diferentes formas: hay quienes dicen que ven como a través de humo o sencillamente dicen que ven borroso, les cuesta distinguir las caras de las personas o las facciones, les cuesta ver de noche, y otras personas dicen también que les cuesta mucho leer”.
Pero no todos los casos son iguales. También hay pequeñas opacidades del cristalino que son tan pequeñas o que están alejadas del centro del cristalino que no afectan la visión, por lo tanto, las personas no se dan cuenta.
¿Qué tan frecuentes son las cataratas? El Dr. Cavada afirma que “en la medida que la población va envejeciendo, la probabilidad de tener una catarata significativa va aumentando. A los 80 años, al menos el 50% tiene una catarata significativa, que les afecta sus actividades diarias”.
Debido a que las cataratas es una enfermedad multifactorial, no hay un tratamiento que logre prevenirlas en su totalidad, especialmente en el caso de las cataratas seniles, de las que no se sabe exactamente cuál es el factor que la produce. Sí se puede retrasarlas con el uso anteojos con filtro UV apropiado, con una alimentación completa y equilibrada, que evite la carencia de vitaminas y la diabetes.
Hasta ahora, el único tratamiento efectivo para las cataratas es la cirugía, un procedimiento que quirúrgicamente tiene una duración máxima de 30 minutos dependiendo de cuán avanzada esté y la presencia de otras alteraciones oculares. Esta cirugía consiste en la extracción únicamente de la parte opaca del cristalino. Para esto, se disuelve el cristalino por medio de la aplicación de ultrasonido, posteriormente se aspira el material disuelto y luego se introduce por una incisión muy pequeña un lente intraocular plegado y que adentro del ojo se despliega.
Por lo general, “las cataratas tienen que ser operadas cuando produzcan un impedimento visual que afecten las labores diarias”, asegura el Dr. Cavada. “Las labores cotidianas de la gente van cambiando de acuerdo a la edad, las personas mayores van disminuyendo sus actividades, no es lo mismo una persona en etapa laboral y otra que no. Además depende de la actividad de cada persona, por ejemplo un 50% de visión no afecta de la misma forma a un chofer y a una persona que no maneja y tiene pocas labores domésticas”.
La operación de catarata no está exenta de riesgos, los que van desde un aumento de la presión intraocular que se soluciona con la aplicación de gotas, hasta infecciones que pueden causar la pérdida total de visión del ojo, aunque las probabilidades de que esto suceda son mínimas.
Después de la cirugía, la persona recupera su nivel de visión previo a la cirugía, aunque también depende de la presencia de otras enfermedades. “Si hay otras patologías en el ojo que afectan la visión, como un daño a la retina, glaucoma o una lesión en la córnea, esa persona puede recuperar parcialmente la vista”.
