La enfermedad de la glándula tiroides puede afectar el ojo y a sus estructuras asociadas (órbita, parpados, nervio óptico y músculos extraoculares) en forma muy importante, generando problemas que van desde alteraciones estéticas hasta, incluso, la ceguera irreversible.
Principalmente, existen dos patologías que afectan la Glándula Tiroides y además al ojo: el hipotiroidismo (con niveles bajos de hormonas tiroideas en la sangre) y el hipertiroidismo (con exceso de niveles de esas hormonas en el torrente sanguíneo).
El hipotiroidismo, puede producir el denominado síndrome de ojo seco, con una falla a nivel de la lubricación ocular. Sus síntomas son: la sensación de tener arenilla o un cuerpo extraño en la vista, ardor, ojo rojo, lagrimeo y visión borrosa, en especial al estar frente al computador, o al aire libre. Esta condición requiere el uso de lubricantes en gotas o gel (lagrimas artificiales).
Pero es en el hipertiroidismo donde el ojo y sus estructuras pueden ser afectados muy gravemente. Su parte más comprometida es el espacio llamado “órbita”, donde está alojado el globo ocular, que puede sufrir de “orbitopatía distiroidea”, una enfermedad que ocurre a un alto porcentaje de quienes padecen hipertiroidismo. Si consideramos los hallazgos de un scanner de órbita, aparece hasta en un 70% de los casos, aunque afortunadamente da síntomas sólo en un 10%.
Se cree que hay un fenómeno autoinmunitario detrás de esta condición que es más frecuente en mujeres, y tiene una mayor incidencia en la tercera década de la vida. Existe una predisposición genética a sufrir de esta condición, aunque factores como el tabaquismo, aumentan la probabilidad de padecerla. Algo que llama la atención es que puede producirse incluso si los niveles de hormonas tiroideas son normales. No obstante, se sabe que si las hormonas ven alterados sus niveles en la sangre, se agrava la situación.
La orbitopatía distiroidea se caracteriza por la protrusión de los globos oculares, vale decir, sobresalen de su ubicación normal, hinchazón o edema de ambos parpados, dolor y enrojecimiento ocular. En casos graves, puede involucrar la perforación de la córnea y pérdida de la visión, incluso irreversiblemente, sobretodo si se daña el nervio óptico.
El tratamiento varía considerablemente según la etapa de la enfermedad, y va desde observar solamente, al uso de fármacos potentes como corticoides y agentes biológicos con el objeto de controlar el fenómeno autoinmunitario. En casos específicos además se requiere cirugía que puede llegar a ser de emergencia, la que siempre debe ser realizada por el especialista adecuado.
